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[h=1]El nuevo invento del fundador de Wikipedia:
¿Y si los lectores pudieran editar las noticias falsas?[/h]
¿Y si los lectores pudieran editar las noticias falsas?[/h]
No está clara todavía cuál será la definición de la palabra "posverdad" cuando dentro de unos meses (concretamente en diciembre) sea incluida en el diccionario de la Real Academia Española. Más fácil parece situar la lista de sinónimos que se sugieren: mentira, bulo, falacia... incluso trola o engañabobos. El director de la institución, Darío Villanueva, en una reciente conferencia, afirmaba que el término -que entrará como sustantivo en el diccionario- hace referencia a las informaciones que no buscan la objetividad basada en los hechos, sino que apelan a los deseos, las emociones o las creencias de quien las recibe. O, dicho de otra forma, la posverdad es que lo que todos observamos cada día en el timeline de nuestro Twitter o en el muro de Facebook. Noticias que refuerzan lo que ya pensamos, opiniones con las que estamos de acuerdo y puntos de vista que no ponen en duda nuestras convicciones. Una burbuja en la que todo es monocromo y que ayuda al no cuestionamiento, a sostener una mirada acrítica sobre el mundo. El término, proviene de una traducción directa del inglés (post-truth), aunque en nuestro idioma perderá el guion y se convierte en sustantivo, frente al adjetivo original. El diccionario de Oxford lo eligió como palabra del año en 2016 y los medios de comunicación la abrazaron con urgencia para intentar explicar los acontecimientos políticos que sus sesudos analistas habían errado. Hay quien asegura que detrás del triunfo de Donald Trump en las últimas elecciones estadounidenses estaba la posverdad (también han podido tener la culpa los rusos al parecer), una afirmación que olvida con demasiada facilidad los 63 millones de votos del republicano.
Combatir esa posverdad, devolver a los medios de comunicación el prestigio que ellos mismos dilapidaron poniéndose al servicio de intereses que poco o nada tenían que ver con la información, es una tarea necesaria. Lo es porque una prensa veraz y honesta resulta esencial para cualquier sociedad que aspire a ofrecer a las personas la posibilidad de tener libertad de opinión. La posverdad es hija de nuestro tiempo, de un mundo digitalizado en el que los likes tienen más valor que los hechos y cualquiera puede, desde el anonimato, lanzar un bulo que eche a rodar hasta convertirse en noticia. Jimmy Wales, fundador de la Wikipedia, cree que el origen del problema está, precisamente, en las fuentes: “Algo que hemos visto en los dos o tres últimos años es un incremento continuo de fuentes de información de muy baja calidad. Esto provoca que hagan lo que sea por conseguir un clic, como titulares disparatados, historias escandalosas y cosas así”. Y continúa señalando la precariedad de los periodistas en las agencias de información, sin tiempo para contrastar ni profundizar en lo que publican, como una de las causas de la pérdida de confianza que sufren los medios.
El aporte que uno de los principales responsables de la revolución de los contenidos en Internet ha decidido hacer se llama Wikitribune. Se trata de una web de noticias que tiene como base el modelo de la Wikipedia: la información es elaborada por un equipo de periodistas profesionales, que comparten sus fuentes para que cualquiera pueda consultarlas y comprobar si son fidedignas o no. Los lectores se convierten de esta forma en fiscales de lo publicado y pueden sugerir cambios aportando nuevas informaciones. Wales, que mantiene la ausencia de publicidad y el código abierto como señas de identidad del proyecto, cree que esta fórmula puede ayudar a terminar con las noticias falsas en Internet. La misión se antoja difícil, casi tan imposible como conseguir que las poblaciones no se dejen seducir por gobernantes poco amigos de la verdad. Pero eso tampoco es culpa de Internet.
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Entrevista y edición: José Carlos Rodríguez, Azahara Mígel, David Giraldo
Texto: José L. Álvarez Cedena