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Grisú oscuro
La hinchada de River recibió a los jugadores con hirientes banderas y los despidió con una dura amenaza: "Si los vemos en un boliche, los mandamos al hospital".
"Jugadores, jugadores, no se los decimos más, si los vemos en un boliche, los mandamos al hospital". A este equipo gris(ú) lo despiden con los parlantes a decibeles intolerables para el oído humano. Le componen, en el final de otro calvario, la nueva versión de La marcha de la bronca. Le cantan un desencanto que es original y repetido. Le gritan, en la frontera de la apología al delito y de la instigación a la violencia, lo que ya no tiene explicación. Ni lógica. Ni consuelo. Ni salida de emergencia.
Esto es River: una disco en decadencia. El público llena de nuevo la pista, por amor, por costumbre, por pasión. Pero la música cada día suena peor. Mucho peor. Por ahí se improvisa a capela el hit del estallido: "Que se vayan todos, que no quede, ni uno solo". Por aquí se brama otro: "Se va a acabar -bis, la dictadura de Aguilar". Y por allí la barra brava -o sea, los patovicas del lugar- se calla. Y se prenden los amplificadores para tapar lo que no se puede: el City Hall, por donde la gente sigue cantando penas y por donde se ha montado un gran operativo antimotines.
En el cierre, entonces, nadie se salva de la sentencia popular. Pero, en la apertura, el mensaje sólo parecía dirigido a los jugadores. Hay nuevas banderas. 65 metros cuadrados prolijamente pintados por la misma pluma. Siete pecados capitales.
El peor equipo de la historia: 1901-2009. Así, pero todo en mayúscula, se lee la primera de las condenas. Es un trapo negro que llega con retraso luego de la eliminación con Nacional.
El peor campeonato de la historia: 2008, Es la segunda tela que contrasta con la anacrónica "Ganar, gustar y golear".
Pellegrini, Merlo, Astrada, Passarella, Gordillo, Simeone, Rodríguez. ¿Y ahora van por Pipo? Se encolumna la tercera bandera que no le dedica ni una letra a la dirigencia. ¿Será casualidad? ¿O, el nuevo plan de motivación hacia el plantel? ¿Quién las pagó?
De tres arqueros no hacemos uno. Y Vega se ve venir el 1-1 de Sand.
Háganse cargo. Esta camiseta les queda grande. Y se van cabizbajos.
La peor defensa de la historia. Y Cabral sigue levantando la mano.
Por su historia de glorias y su gente, ustedes no se merecen esta camiseta. Cagones. Y les dan un nuevo título -a los de adentro, no a los que los contrataron-. A los que vienen mostrando conocimientos en proctología: las prácticas las realizan con los hinchas. A los que acaban de meterse en un boliche. Lo anticipó Gorosito: "Si no salen ahora, ¿cuando?".
La hinchada de River recibió a los jugadores con hirientes banderas y los despidió con una dura amenaza: "Si los vemos en un boliche, los mandamos al hospital".
"Jugadores, jugadores, no se los decimos más, si los vemos en un boliche, los mandamos al hospital". A este equipo gris(ú) lo despiden con los parlantes a decibeles intolerables para el oído humano. Le componen, en el final de otro calvario, la nueva versión de La marcha de la bronca. Le cantan un desencanto que es original y repetido. Le gritan, en la frontera de la apología al delito y de la instigación a la violencia, lo que ya no tiene explicación. Ni lógica. Ni consuelo. Ni salida de emergencia.
Esto es River: una disco en decadencia. El público llena de nuevo la pista, por amor, por costumbre, por pasión. Pero la música cada día suena peor. Mucho peor. Por ahí se improvisa a capela el hit del estallido: "Que se vayan todos, que no quede, ni uno solo". Por aquí se brama otro: "Se va a acabar -bis, la dictadura de Aguilar". Y por allí la barra brava -o sea, los patovicas del lugar- se calla. Y se prenden los amplificadores para tapar lo que no se puede: el City Hall, por donde la gente sigue cantando penas y por donde se ha montado un gran operativo antimotines.
En el cierre, entonces, nadie se salva de la sentencia popular. Pero, en la apertura, el mensaje sólo parecía dirigido a los jugadores. Hay nuevas banderas. 65 metros cuadrados prolijamente pintados por la misma pluma. Siete pecados capitales.
El peor equipo de la historia: 1901-2009. Así, pero todo en mayúscula, se lee la primera de las condenas. Es un trapo negro que llega con retraso luego de la eliminación con Nacional.
El peor campeonato de la historia: 2008, Es la segunda tela que contrasta con la anacrónica "Ganar, gustar y golear".
Pellegrini, Merlo, Astrada, Passarella, Gordillo, Simeone, Rodríguez. ¿Y ahora van por Pipo? Se encolumna la tercera bandera que no le dedica ni una letra a la dirigencia. ¿Será casualidad? ¿O, el nuevo plan de motivación hacia el plantel? ¿Quién las pagó?
De tres arqueros no hacemos uno. Y Vega se ve venir el 1-1 de Sand.
Háganse cargo. Esta camiseta les queda grande. Y se van cabizbajos.
La peor defensa de la historia. Y Cabral sigue levantando la mano.
Por su historia de glorias y su gente, ustedes no se merecen esta camiseta. Cagones. Y les dan un nuevo título -a los de adentro, no a los que los contrataron-. A los que vienen mostrando conocimientos en proctología: las prácticas las realizan con los hinchas. A los que acaban de meterse en un boliche. Lo anticipó Gorosito: "Si no salen ahora, ¿cuando?".